Sorge, Liebe, pre-ocupación:
El cuidado, el amor, la preocupación, son conceptos que alcanzan
a reunir a su alrededor a autores como Heidegger, Binswanger u Ortega versando
sobre uno de los aspectos más cruciales y fundamentales del ser como ser
humano. Un aspecto que radica en la posibilidad de ser en cuanto existencia,
der ser en cuanto ser-en-el-mundo, en cuanto protagonista de la fórmula del yo
y mi circunstancia.
Cuidado,
entendido como Sorge, como cura, como
disposición atenta del ser para con el mundo en cuanto existencia finita; amor como Liebe, como una manera específica de atender al otro considerando a
éste parte de mi mundo y frente al que me dispongo en un horizonte
co-construido; pre-ocupación como
acto previo a la ocupación que me requiere la realidad vivida, pues la vida es
cuidar, pro-curar-por, un acto de tendencia hacia todo aquello que me circunda
y me complementa, un acto de atención (ad-tendere).
Sorge, Liebe, preocupación son
conceptos que se nos presentan como modos
de atención, atención no entendida como mero fenómeno cognitivo sino en
tanto disposición completa del ser hacia lo otro, hacia el mundo, de atención
como posibilidad de ser-en-el-mundo.
Heidegger sentó la idea del Sorge en Sein und Zeit dentro de su análisis existencial (Daseinanalytik). El germano entendía el cuidado como la estructura más
importante del Dasein en tanto definía
el modo en que el sujeto se abría al mundo, a modo de ocupación o cuidado.
Binswanger, padre de la psicología existencial, por su parte se distanciaba de Heidegger
al pretender extender el concepto de Sorge
al de Liebe, pues «a diferencia de
Heidegger, Binswanger no concibe el ser-en-el-mundo sólo como una estructura
universal del hombre, sino como la unidad concreta de sí-mismo y mundo
inherente a cada ser humano»[1].
Binswanger pretendía completar una antropología del ser humano, no una
ontología. Así conformó toda una teoría de la personalidad afianzada sobre “tipos existenciales”, una clasificación
en pares estructurales de los distintos tipos de existencia hallados en su
investigación. Entre ellos se hallaba el par dual-plural, que Binswanger consideró
propio del tipo de existencia auténtica
en la cual se enfatizaba ese «nosotros» o estar-con-el-otro. Si bien
Binswanger, que entendía el cuidado (Sorge) como un modo de ser-en-el-mundo
centrado en la superación de las preocupaciones en el sentido más trágico o
patético de la existencia, es decir, devolvía en última instancia la atención a
sí mismo, yuxtapuso, cual buen terapeuta, su concepto del amor (Liebe) como modo
compensatorio de ocuparse del otro en sentido positivo, en un sentido plenario
del «nosotros».
Por su parte, Ortega, sin acciones
postreras como fuera la revisión de Binswanger, refirió otro concepto que se
arrimaba mucho a la idea de Sorge pero
encajaba de igual modo con las ideas de los psiquiatras existencialistas, concepto
que convino llamar pre-ocupación y
que sin embargo no arrastraba el mismo sentido trágico que el Sorge.
En «La percepción del prójimo» Ortega
decía que «la vida es una constante preocupación y ocupación con las cosas que
nos rodean, un dinámico diálogo con el contorno» (OC, VI, 154). Entre tales
cosas se halla también ese «otro» que, encerrado en su cuerpo y a modo de prójimo,
se nos presenta compartiendo horizonte; esa otra mente que actúa
independientemente de la mía, que percibo y, sin embargo, se me resiste
acentuando el carácter problemático de la vida.
Vivimos en y para un mundo
entorno, el cual se nos presenta como problemático, un mundo en el que
actuamos, con el que interactuamos, pues eso es precisamente la vida, un «quehacer»,
un ocuparse-de, previa decisión individual, previa meditación dado el carácter inseguro
del universo. Una meditación previa o pre-meditación que nos empuja a decidir y
asumir lo que vamos a ser, lo que vamos a hacer, por lo que esa vida más que
ocupación es pre-ocupación, esto es,
un gesto proyectivo que tiende-hacia (ad-tiende), que se da como «constante
anticipo y preformación del futuro» (QF, VII, 434), como proyecto vocacional.
Esto nos arroja y devuelve a la idea
del Sorge. El propio Ortega nos dice
que «la
vida es «cuidado», cuidar –Sorge– lo que los latinos llaman cura, de donde
viene procurar, curar, curiosidad, etcétera» (QF, VII, 436). La vida es cuidar,
pro-curar por, «la vida es preocupación». La semejanza entre ambos conceptos es
palmaria –y ello reabre las discusiones sobre la originalidad o anticipación de
Ortega frente a Heidegger–. Ahora bien, tales semejanzas mantienen importantes matices
que no debemos pasar por alto. Ya Aranguren[2]
apuntó que, pese a la similitud, existe una diferencia fundamental entre la pre-ocupación orteguiana y el Sorge heideggeriano, pues si bien la
primera refiere a la preocupación y ocupación del sujeto en cuanto a decidir o
inventar de su vida, el segundo lo hace en cuanto a preocupación o angustia
frente a la muerte, objeción que también secunda Cerezo Galán[3] cuando aduce que Ortega presenta esta pre-ocupación con aire deportivo (en un
juego dramático) mientras que Heidegger lo tiñe de otro más patético o
pesimista, más trágico debido, tal y como reafirman Aranguren y Morón Arroyo[4], a un
encaramiento de la muerte distinto al de Ortega.
Con todo, sea bajo el término Sorge, bajo su especificación como Liebe, o sea bajo el concepto pre-ocupación, la atención se erige como un fenómeno fundamental y necesario para
entender el ser como ser-en-el-mundo, como ser existente en un mundo del que
forma parte a la vez que lo conforma, para dotar de sentido el celebrado apotegma
del «yo soy yo y mi circunstancia» y romper la disyuntiva histórica del
sujeto-objeto mediante una propuesta fenomenológica y existencial, mediante una antropología filosófica.